Ya no usamos plumas de tinta negra que rasgan gruesos pergaminos, dejando en cada trazo algo propio. La manera digital de verter nuestras ideas y sus múltiples recursos de sustitución y corrección reflejan la sociedad dubitativa y aparente en la que nos movemos: No es relevante el proceso de escritura –ningún rastro queda ya- sino la estética seductora del resultado y su contenido, claro está, pero un contenido epidérmico que junto a la forma permita fluir sin más complicación por un texto leve.
La levedad que nos permite flotar en un mundo que naufraga.
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